martes, 30 de noviembre de 2010

Zapping 2

El zapping tiene ese qué sé yo, ¿viste? Voy por Crónica y aparece otro incendio en la Costanera, de esos incendios que no llegan a forestales porque son empresariales y entonces cambio y aparece la oveja Dolly que era otra oveja que ahora es esta oveja, igual a Dolly, su mamá y su hija Dolly sin papá, por eso cambio y me encuentro con una torta de crema que lo bien que viene cuando llegan visitas, y en Colombia la guerrilla tomó a un pueblo nuevo mientras 007, Bond, James Bond, eyecta al tipo que va en su avión y lo hace incrustarse de cabeza en el avión que va arriba y por eso es 007 y salva al mundo de unos tipos que se quieren afanar unos misiles, entonces paso por otro canal y hay una película erótica con una señora muy operada de todos lados que parece más una empresaria tilinga que una señora erótica y la señora mata a sus amantes porque está loca, cambio y me encuentro de nuevo con el incendio en la Costanera, un incendio bastante más ardiente que la película de la señora erótica, pero menos que 007, Bond, James Bond, que ahora se está apretando a una espía japonesa que también anda detrás del misil, pero cambio y paso por la torta que ya está terminada y arriba le pusieron un coso que parece un chorizo, y la decoraron con hojas naturales de no sé qué planta, y cambio y están "Los tres chiflados" y Moe le hace piquete de ojos a Curly, y larry se burla y entonces Moe también le hace piquetes de ojos a Larry, y cambio y ahora además de la oveja Dolly hay unos cabritos clonados que sirven como remedio para no sé qué cosa, y pienso que son cabritos-pastillas qué lo parió la ciencia, paso por Infinito y hay unos extraterrestres de goma y un tipo que explica que en Roswell chocaron dos platos voladores, y uno piensa cómo serán de boludos estos extraterrestres que habiendo tantos lugares por el cosmos justo vienen para acá y encima chocan, y vuelvo y paso por Volver y ahí está Mingo con Aníbal en una mansión con Tristán  y hay unos ladrones que los asustan disfrazándose de fantasmas, hombres grandes pienso, y cambio de nuevo y paso por la torta que ahora no está más y es un postre de ciruelas, un asco, y cambio y 007, Bond, James Bond, maneja su auto por control remoto y lo hace bosta contra un negocio y se sonríe, y pienso si habrá muerto alguien en el negocio, y pienso si seré boluda, y cambio y me encuentro con el incendio en la reserva ecológica, y qué reserva va a quedar si está Cavallo ahí haciendose el bombero voluntario, paso por donde estaba la película erótica, la de la señora operada, y la señora ahora le dice a un señor "vamos, debemos llamar a Lory porque está en peligro", y yo pienso "mentira, porque ella ya la mató a Lory", creo,  y pienso pobre Lory, pero ya apreté el botón y estoy mirando un hormiguero de termitas, un verdadero quilombo de termitas que se inundan y tratan de salvar a sus larvas de termitas hijitas que no tienen patas ni nada, entonces las termitas andan desesperadas y pienso "el tipo que las grabó podría haber ayudado a las pobres termitas" y las termitas deben haber pensado lo mismo si es que piensan las termitas cuando se están inundando y entonces cambio y cambio y cambio...



lunes, 29 de noviembre de 2010

Arquímedes y los espejos

Arquímedes, el griego que estudiaba matemáticas y física hace no sé cuánto, pero más de dos mil años, utilizó un arma muy extraña para ayudar a destruir la flota romana cuando iba a atacar la ciudad de Siracusa.
Según contaban los relatos de tipos como Plutarco, Arquímedes había enfocado un montón de espejos de bronce sobre los barcos romanos, o sea, los reflejos del sol sobre la flota, y la había incendiado de esa manera tan rara.
La historia no parecía muy creíble - incendiar barcos con espejos es algo bastante poco serio - y seguiría siendo poco creíble si no fuera por un ingeniero griego de nombre Ioannis Sakkas que - bastante loco también - se consiguió cincuenta espejos, los coloreó como si fueran de bronce y los enfocó sobre una balsa de madera. Esto fue en el verano griego de 1973, y el barquito se incendió.
¿Qué sacamos de todo esto?
Primero: que Arquímedes incendió en serio a la flota romana con sus espejos de bronce pulidos, usando la modernísima "energía solar".
Segundo: que los espejos pueden ser un arma muy poderosa, sobre todo cuando nos miramos en ellos.
Tercero: que hay gente como el ingeniero griego que es capaz de creer cualquier pavada, y que de tanto creer, después resultan ser ciertas. 




El día de la bola de fraile

En los conventos benedictinos de los siglos XV  y XVI la búsqueda de una bola que simbolizara Lo Absoluto era una de las tantas actividades que los monjes desarrollaban día tras día.
La búsqueda de la bola, como la búsqueda de la manija para la bola, llega hasta nuestros días en el dicho popular que refiere a "la bola sin manija" cuando algo o alguien se encuentra perdido.
La historia secreta de la bola de fraile cuenta que los benedictinos llegan a elaborar un par en algún momento, pero sus enemigos de siempre, los curas maledictinos, les roban las bolas de la Abadía de Saint Águila Saint, en Edimburgo. Esta orden de chorros ya estaba siendo cuestionada por el papa Gregorio de Laferrere,quien sospecha que nada bueno deben esconder aquellos monjes que se autodenominan maledictinos. Pero el Papa ya es demasiado viejo para perseguir a nadie, y hace años que sus subordinados han dejado de hacerle caso. Su arteriosclerosis es tan avanzada que durante las ceremonias que oficia cuenta chistes verdes y suele chiflarles a los monaguillos para que le alcancen el vino de misa, tal como si se encontrase en una taberna  libando con amigos. Mientras tanto, los curas maledictinos  huyen con las bolas atravesando las Galias, pero en su camino se topan con un grupo de monjes italianos de la orden de Torino Coupé. Los maledictinos luchan con los torinenses durante ciento treinta años por aquel par de bolas mágicas y esotéricas. La guerra finalmente culmina en un empate cuando ambas órdenes religiosas son diezmadas por las tropas de Atila, que se va rumbo a España aprovechando la temporada baja. Se supone que las bolas de fraile se la come el propio Atila creyendo que se trata de una víscera u órgano de alguno de sus enemigos cristianos. Sin embargo, el misterio de la bola ha sido tomado por los jesuitas, que vuelven a ensayar miles de fórmulas para conseguir la esfera mística. Los monjes de esta orden, una vez instalados en América, dedican todo su tiempo en el proyecto hasta que lo logran. Pero los jesuitas tenían los días contados con los dedos de una mano y deben dispersarse y huir por el actual litoral argentino. Desnudos, disfrazados de indios, o con sus hábitos, o sea disfrazados de boxeadores, llegan hasta la capital del virreinato del Río de la Plata, donde los recibe Santiago de Liniers, que en el aquel momento se dedicaba a echar a unos ingleses medio borrachos que habían sitiado las ciudad de Buenos Aires, decide endurecer sus bolas con el aceite hirviendo que las criollas arrojan a los británicos y utilizarlas como balas de cañón fritas. Pero grande es su sorpresa al advertir que las tropas de Whitelocke se solazan masticando los proyectiles patrios.
Es así que al finalizar la contienda la bola de fraile se incorpora a la cocina nativa y de allí pasa a las mesas del mundo entero, que ahora se la come demostrando que en la lucha por la soberanía nacional hacen falta bolas, frailes, aceite, y un poco de suerte también.