Según contaban los relatos de tipos como Plutarco, Arquímedes había enfocado un montón de espejos de bronce sobre los barcos romanos, o sea, los reflejos del sol sobre la flota, y la había incendiado de esa manera tan rara.
La historia no parecía muy creíble - incendiar barcos con espejos es algo bastante poco serio - y seguiría siendo poco creíble si no fuera por un ingeniero griego de nombre Ioannis Sakkas que - bastante loco también - se consiguió cincuenta espejos, los coloreó como si fueran de bronce y los enfocó sobre una balsa de madera. Esto fue en el verano griego de 1973, y el barquito se incendió.
¿Qué sacamos de todo esto?
Primero: que Arquímedes incendió en serio a la flota romana con sus espejos de bronce pulidos, usando la modernísima "energía solar".
Segundo: que los espejos pueden ser un arma muy poderosa, sobre todo cuando nos miramos en ellos.
Tercero: que hay gente como el ingeniero griego que es capaz de creer cualquier pavada, y que de tanto creer, después resultan ser ciertas.
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