martes, 21 de febrero de 2012

El día del Bidet .

Desde tiempos inmemoriales el hombre va de cuerpo. Esta obligación fisiológica viene acompañada de ciertos inconvenientes que hacen del bidet una pieza clave en la evolución y el progreso humanos.
Nos remontamos a la Inglaterra del siglo XVI, cuando el rey Enrique VIII, hombre de buen comer y de intestino liviano, ordena a su constructor oficial la creación de un artefacto que pudiera solucionar el problema del aseo de sus partes nobles, pero menos nobles. Éste, luego de ensayos secretos, le presenta al rey una silla hueca que en su parte baja poseía una rueda con manoplas de piel de conejo, la cual al pedalear hacía que el mecanismo fuese limpiando la zona. Pero el roce con la suave piel del animal disgustó al rudo Enrique VIII, quien le envió el aparato al rey de Francia a modo de insulto. La guerra entre las dos naciones no se hizo esperar, y gracias a ella hoy conocemos el bélico insulto "andá a lavarte el... etc, etc." .
La búsqueda de un elemento mecánico que sirviera para higienizarse los esfínteres aparece nuevamente en Austria, a finales del siglo XVII, cuando la casa de los Habsburgo declinaba y una extraña enfermedad de los intestinos provocaba indefinidas diarreas a la gente del palacio. Un médico de nombre Fradinger presenta lo que se denominó "cono-lavador" un aparato con forma de cono truncado con una ducha instalada en su parte superior. Para utilizarlo había que colocarse cabeza abajo, con las nalgas fuera del cono y el resto del cuerpo dentro, para así impedir que el agua sucia fluyera hacia la cabeza. Varias decenas de estos aparatos fueron instalados en los baños del palacio austríaco, pero como nadie los utilizaba se fueron tapando los caños y con el tiempo los conos sólo sirvieron para guardar porquerías.
La historia del bidet reaparece en Francia, en el siglo pasado; el diseñador de modas Jean Paul Bidette en sus ratos de ocio construye aparatos eróticos que utiliza con sus amigos. Es así que concibe la idea de lo que hoy conocemos como bidet. Un lugar donde sentarse y recibir un chorro de agua desde abajo. Pero el aparato de Jean Paul Bidette es prohibido en toda Francia, y su creador perseguido por degenerado. Por tales razones su amigo, el ganadero argentino Juan Martín de Álzaga, para salvar su invento introduce en nuestro país uno de estos aparatos prohibidos, haciéndolo pasar por una máquina para elaborar licuados de banana.
Ya instalado en la casa de los Álzaga, familia de fuertes convicciones católicas, el bidet comienza a ser utilizado como el elemento de higiene íntima que hoy conocemos, rescatándolo de su pasado sensual y lujurioso para proyectarlo hacia el futuro como un artefacto decente, cuya dignidad y decoro ya no se discuten en ninguna parte del mundo.
El bidet, un invento argentino que higieniza a hombres y mujeres, demostrando que la grandeza y el honor de nuestra nación están más allá de ideas libidinosas y perversas, logrando transformarlas y convertirlas en adelantos que ayudan al progreso y al aseo de toda la humanidad.


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